Populismo, intuición indefinible o cosa indecible. Hugo Casanova
Hugo Casanova
Profesor de la FEVP
casanovade@gmail.com
Resumen
El término “populismo” se ha naturalizado en la ciencia social de un modo controvertido; no teniendo una clara definición, es un vocablo performativo que tiene una racionalidad peyorativa; no habría gobiernos populares sino populistas. El término pretendería descalificar el uso del término “pueblo”, que, aunque de profundo contenido filosófico, marca el rasgo más importante de la democracia y a esta como su expresión concreta, técnica, perfiladora de pueblo; no habría modo democrático sin realización del pueblo. En este trabajo nos centraremos en el lenguaje del populismo (distinto a decir, en el lenguaje populista), esto es, en su constitución interna y en su coherencia como categoría sociopolítica,como una intuición indefinible de rasgo kantiano, propuesto por Laclau, o como cosa de estructura indecidible, más derridiana, que Svampa propone, pero no discute.
1. Sobre el lenguaje del populismo
Toda palabra es ambigua en cierto modo, pues su significado va a
depender de los usos que se le dé en contextos determinados; sin
embargo, esto no evita el acuerdo de los hablantes sobre estas. Pero más
allá los términos que pretenden ciertos niveles de objetividad o
cientificidad requieren de protocolos técnicos que clarifiquen su
significado, cosa muy difícil en ciencias sociales y políticas por la
compleja delimitación de los referentes. Términos que se ubican entre lo
normativo y lo descriptivo sin lograr la precisión deseada. Es el caso
del términopopulismo el cual, en palabras de Laclau(2005), su aparente
ambigüedad (así lo dice) “no se traduce en dudas acerca de la
importancia de su función atributiva” (pág. 15) pero que no existe
ninguna claridad respecto cual es esta atribución. Tal problema parece
tener salida más en la evocación a lo intuitivo no verbalizado o a la
descripción de rasgos relevantes (según señala). Tal vez sea una especie
de definición por género y diferencia; esto es, decir cuándo habría
populismo y en qué sentido identificar sus rasgos relevantes.
Esto lo vemos en los ejemplos que analiza (Laclau, 2005, pág. 20).
Señala que parte de la literatura ubica al populismo dentro de un
contenido social particular y toma como uno de los ejemplos a (Donald,
1969)con citas largas que solo vamos a parafrasear. Este autor pretende
usar “correctamente” el término, pe., cuando bajo procesos de
“modernización” o “industrialización” algunos segmentos de la sociedad
se oponen con base en premisas de igualdad o contra todo elitismo y
evocando un cierto pasado místico “para regenerar el presente” negándose
a aceptar doctrinas de “inevitabilidad social” volviendo la cara hacia
creencias apocalípticas mediadas por líderes carismáticos. Sin duda que
esto es una forma de expresar un concepto, pero que a la postre, según
(Laclau, 2005) puede hallar problemas para aplicar esto a los
“populismos realmente existentes”.
En nuestras latitudes la apelación al populismo parece tener una fuerte
influencia, sobre todo en estas últimas décadas.Cabe destacar la muy
conveniente caracterización que se hace de este fenómeno. En América
Latina el populismo tendría un resurgimiento a partir de los años
treinta del siglo pasado, década desde la cual habría sido recurrente
sobre todo en los gobiernos de Argentina, Brasil, Perú, Bolivia y
Venezuela. Algunos autores han identificado tres grandes momentos, uno
clásico, entre 1930 y 1970, un neopopulismo entre esta ultima década y
1990 y uno radical que llega hasta nuestros días(Ulloa, 2017). Pero
además la primera ola estaría representada por Perón, Getulio Vargas y
Velasco Ibarra; en la segunda Alberto Fujimori, Carlos Palenque, Max
Fernández y Addalá Bucarán; finalmente en la tercera a Hugo Chávez,
Rafael Correa, Néstor y Cristina Kirchner. Esta caracterización es
doble, por una parte, por los períodos y por otra por los gobiernos que
señalan de populistas. Pero no todos los gobiernos entrarían en los
períodos, pues los de Betancourt, Carlos Andrés Pérez y Caldera en
Venezuela no serían populistas. Sin embargo, otros autores sí los
señalan como populistas ver (Romero, 1996) por lo la categoría es muy
débil.
El autor al concretarse a Ecuador, Bolivia y Venezuela, como países
populistas diferenciándolos de Uruguay y Chile,expresa que estos países
atravesaron por momentos políticos similares que dieron paso al
populismo (década de los 90´s e inicios de los 2000) y agregando al
populismo más rasgos de los que se atribuyen, afirma que estas
características fueron la desaparición del sistema de partidos, una
caída de prestigio institucional, un contexto de antipolítica y una
exigencia de emergencia de líderes nuevos. Pero que la aparición del
populismo no sucedió en Uruguay ni en Chile pues “en estos países
retornaron los partidos tradicionales al poder, e incluso, en Uruguay
ingresó en la contienda (…) el Frente Amplio. También se apuntaló el
fortalecimiento de las instituciones y el Estado de derecho” (Ulloa,
2017), señala luego que no hubo margen para la aparición de outsiders y
populistas. Actualmente, según el autor, el populismo habría fracasado
en Ecuador, Argentina y Brasil, por lo que habría gobiernos
antipopulistas (¿o impopulares?).
La consolidación de los partidos tradicionales en Venezuela AD y COPEY
se hizousando apelaciones al “pueblo” como discurso;la imagen de “Juan
bimba”, el slogan de AD como “El partido del pueblo”, etc., son ejemplos
de esto. Recordemos que ente el fallido intento de golpe de estado el
24 de febrero de 1992 por el entonces Coronel Hugo Chávez (1954-2013),
Rafael Caldera (1916-2009) expresó en el Congreso de Venezuela lo
siguiente: la democracia no puede existir si los pueblos no comen, si
como lo dijo el Papa Juan Pablo II, "no se puede obligar a pagar las
deudas a costa del hambre de los pueblos". Curioso inicio y final
“populista” de la llamada IV República.Pero, curiosamente, para
Ulloa(2017) no es populismo el paso de la dictadura a la democracia en
Chile en la cual retornan los partidos tradicionales. Patricio Aylwin
(1918-2016)en su discurso de reinauguración de la democracia en Chile el
12 de marzo de 1990 expresaba:
También deberemos cuidarnos de las tentaciones propias del poder, sea
creyéndonos: dueños del mismo en vez de meros mandatarios del pueblo
soberano y responsables ante éste de su desempeño; sea convirtiendo la
legítima controversia democrática en lucha despiadada por conservar,
acrecentar o conquistar poder.
El poder ha de ser para nosotros un mero instrumento para servir.
Conservaremos y acrecentaremos la confianza de nuestros compatriotas en
la medida misma en que seamos capaces de servir eficazmente el bien
común de la Nación.(Aylwin, 2014)
En estas palabras se exhibiría un claro contenido “populista” si los
elementos de este son, como hemos visto, invocar los valores del pueblo
como los paradigmáticos e ideales de los cuales no podríamos alejarnos.
Pero (Ulloa, 2017) adicionalmente incorpora otro rasgo al populismo, la
existencia o no de partidos “tradicionales” en la democracia, de tal
manera que la forma de subsistencia de los partidos tradicionales en una
democracia sería un indicativo de populismo, además de sugerir que solo
los partidos tradicionales son legítimos en una democracia. Por otra
parte, demoniza a los líderes emergentes pues los califica de outsiders y
populistas en un giro maniqueo del término, primero como categoría
política y luego con carga emotiva y peyorativa.
La vaguedad del término es tan amplia que sería difícil encontrar en el
escenario político a algún candidato o personero que no se le aplique el
término. Si colocamos en dos polos a la “gente pura” y a la “élite
corrupta” como lo hace Cas Mudde, citado por (Perez & Llaneras,
2016) para definir al populismo como una “ideología delgada que
considera que la sociedad se divide en [aquellos] dos grupos homogéneos y
antagónicos” sería tan inútil la definición que preferiríamos trabajar
con lo que se deja en medio, pues que tire la primera piedra el que no
considere estar en ninguno de los polos. Pero la definición tal vez
funcione no por la vía de admitirlo sino de proyectarse en uno de los
polos con lo cual la gente miraría para el que más le convenga. Y eso
parece que hizo Donald Trump “La pegunta de mañana es: ¿Quiénes queréis
que gobierne América, la clase política corrupta o la gente?” (Perez
& Llaneras, 2016). Y por si no fuese suficiente estos autores,
citando a Duncan McDonnell expresan que “Lo que Trump y Podemos [el
partido Español] tienen en común es su reivindicación de que las élites
han fallado a la gente y han usurpado la democracia. Como resultado,
dicen que el pueblo debe ´recuperar su país´ [comillas simples del
autor] votando por ellos” (Perez & Llaneras, 2016).
Recientemente (Svampa, 2017), al referirse al tema, hace un interesante
recorrido por los acontecimientos sociales en América Latina en estas
últimas décadas. Señala que desde el inicio podía advertirse un campo de
tensiónformado por dos matrices, una populista y desarrollista y otra
indianista e incipientemente ecologista. La primera va a estar marcada
por la dimensión reguladora y centralista que apunta a “recrear” (dice)
el Estado nacional y a reducir la pobreza; por su parte el otro extremo
de la tensión se caracterizó por la emergencia de un Estado
Plurinacional, el reconocimiento de las economías indigenistas y el
cuidado del medio ambiente, pero que “con el correr de la década los
progresismos fueron consolidándose, de la mano de una narrativa
populista-desarrollista y de un proceso de personalización del poder,
desplazando otras narrativas de corte descolonizador…” (Svampa, 2017).
Luego de repasar los distintos enfoques que sobre el populismo se han
desarrollado en los últimos tiempos, como el desu coterráneo Laclau, que
mira de soslayo, y el de Arditi que lo halla en contextos democráticos y
no democráticos pensándolo más como “espectro” que como “sombra” de la
democracia, sugiere un retorno inquietante del fenómeno que “remite a la
indecidibilidad estructural del populismo, pues este puede ser algo que
acompaña o bien, que acosa a la democracia” (Svampa, 2017). Finalmente,
la autora define la existencia, a partir de los noventas, de un
populismo de baja intensidad y otro de alta intensidad (los de Hugo
Chávez, Nestor y Cristina Kirchner y Evo Morales). Para ella populismo
es un fenómeno político complejo y contradictorio que ofrece tensiones
entre elementos democráticos y no democráticos.
Nuestra interpretación del texto de la autora es que ocultaun giro,
luego de plantear una hipótesis inicial de cambio de época, desdoblasu
discurso hacia apelaciones de populismo combinadas con las de
progresismo en una mezcla poco esclarecedora. Inicialmente cuando usa la
palabra “progresismo” como resumen de los movimientos y gobiernos que
se manifiestan ante el cambio de época, progresismo parece significar
tendencia hacia el progreso (incluso invoca su origen ilustrado) pero al
mezclarlo con “populismo” introduce disonancia cognitiva pues, en
primer lugar, el progresismo, si se consolida con el tiempo,como dice,
admitiría progreso, según su definición; pero ese progresismo que se
consolida lo hace, además, de la mano de los populismos
(desarrollistas). Usa el término “populismo” esta vez como adjetivo
(progresismo populista), diferente a “populismo” como sustantivo (como
referente). Y como dudo que se haya querido referir a “progreso
popular”, “progreso del pueblo”, etc., entonces creo que “progresismo
populista” es una descalificación. Esta disonancia se resolvería si
“progresismo” más que una designación que resume a un grupo de gobiernos
(que buscan progreso) es una descalificación (ironía de progreso) que
va cediendo el paso al “populismo” en una suerte de escape hacia
adelante de la hipótesis inicial.
El artículo buscaría descalificar a los movimientos que respondieron al
agotamiento del neoliberalismo (en sus palabras) a partir del año 2000.
Tal descalificación tendría asidero en el populismo y en un progresismo
(fin de ciclo) que daría paso nuevamente a movimientos liberales. Esto
lo va a sugerir al afirmar con Arditi el “retorno inquietante” del
populismo más como espectro que como sombra de la democracia. De modo
tal que hubo un “antes” que no fue populismo coincidiendo con Ulloa
(2017).
Creo que la contradicción en la que cae(Svampa, 2017) busca un cambio de
sentido sobre la realidad sociopolítica de América Latina que había
descrito como de cambio de época, introduciendo el tema del populismo
como justificación plena; la pregunta es si habiendo un cambio de época
los gobiernos devienen en populismo como “espectro” de la Democracia o
son movimientos de suyo populistas (que tendrían el espectro por
dentro), en consecuencia, tendría que quedarse en el contexto del
lenguaje del populismo. El artículo no aclara ninguno de ambos aspectos
pues sería difícil argumentar plenamente o deductivamente, que los
gobiernos socialdemócratas no son populistas y que los de izquierda sí
lo son, cosa que intenta (Ulloa, 2017) . Pero además, con el fin de
ciclo progresista ¿vendría el fin del populismo o vendría un populismo
progresista de verdad? ¿Un populismo lite? ¿Un ciclo conservador libre
de populismo? ¿el triunfo de Macri, Bolsonaro y Piñera implica la
derrota del populismo? ¿Son esos gobiernos antipopulistas? ¿Qué es
antipopulismo? ¿es ser impopular?¿Qué es populismo para Svampa?, es algo
complejo, contradictorio e indecidible. Nada menos.Complejizar no es
enredar.
En un intento por caracterizar al populismo de alta intensidad dice que
es una tensión entre elementos democráticos y no democráticos no
sabiendo qué hegemonía se construye. Tratando de caracterizar o de
introducir nuevos elementos lo que hace es que abulta mucho más el ya
abultado contexto del pretendido populismo.
¿A qué objeto sustancial se refieren los estudios empíricos que
ambicionan delimitar una expresión del populismo? Si estos estudios sólo
consideran descalificarla de entrada como fenómeno político reconocido
no conforme con lo que se interpreta actualmente como la buena
gobernanza democrática, basta con asignarle el adjetivo “populista”, sin
definirlo, como signo de infamia. (Guy, 2003, pág. 5).
2. Búsqueda de una alternativa
Pero (Laclau, 2005) va a intentar una explicación a esta vaguedad del
término. En primer lugar supone que esta vaguedad intelectual es ex
profeso; no pudiendo responder la pregunta por elqué es estotendríamos
que apuntar a la realidad sociopolítica que refiere, lo que es; pero
este intento sería igualmente vano. Dice que no hay relación entre el
explanandum (referida a la primera pregunta) y el explanans (referida a
la segunda pregunta) o simplemente una vinculación entre la definición y
aquello que afirma. No hay definición y tampoco aquello que afirma, no
hay verdad por correspondencia. De tal manera que esto del populismo
quedaría relegado a ser un epifenómeno,un simple epíteto que deja a los
señalamientos la carga de significación. En segundo lugar sugiere tomar
esta vaguedad en serio, de tal manera que esta amplia definición y su
vaguedad no serían sino expresión de una realidad igualmente borrosa y
compleja de aprehender, pero así mismo, un acto “performativo dotado de
racionalidad propia [como] condición para construir significados
políticos relevantes” (Laclau, 2005, pág. 32) posiblemente destinado a
la dicotomización ideológica como proceso de simplificación del espacio
político, de modo tal que en los polos queden grupos de actores
unificados por diferencias tolerables entre ellos pero separados del
otro polo por diferencias intolerables entre estos. Ambas explicaciones
podrían estar asociadas, la segunda seguiría a la primera. En esta
separación cabrían dicotomías del tipo pueblo-oligarquía,
patriotas-apátridas, nacionalistas-globalistas, pobres-clase media vs
clase media-ricos, etc. los polos de las dicotomías no serían absolutos
pero sí lo suficientemente homogéneos como para que los grupos se
mantengan. Y si esto es así, se pregunta (Laclau, 2005) ¿no es esto
precisamente el ingrediente necesario de la política?De esta manera
tenemos una interpretación globalizante que coloca al populismo como
elemento de la retórica política y menos como categoría de las ciencias
sociales y políticas por cuanto sus elementos argumentales se
corresponderían más con el pathos que con el logos de estas ciencias.
Recordando a B. Russell (1872-1970), el filósofo inglés, en alguna parte
expresaba que los sueños si bien no se enmaterializan parten de
elementos reales, un unicornio no existe pero sí el caballo, elcuerno y
las alas de ave. Es una buena analogía para el populismo, parte de
elementos aceptados por la academia y la política como la oligarquía,
las élites, el pueblo, los partidos, la corrupción, el socialismo, la
democracia, etc. quedando ahora construir un discurso con el cual poner a
soñar a muchos y a pelear a otros tantos.
No habría cosapopulista “El populismo es en Laclau un modo de
´construcción de lo político´ [comillas simples del autor] que puede ser
adoptado por regímenes de derechas e izquierdas por igual, unos más y
otros menos autoritarios” (Gutierrez, 2011, pág. 152). Este autor
interpretando a (Laclau, 2005) expresa que lo que importa del populismo
es la manera como ciertos elementos significantes son mezclados con el
propósito de dominar el escenario político. Efectivamente uno de los
usos del lenguaje es la persuasión, de modo tal quees esencial la
eficacia en la combinación de los elementos señalados anteriormentecon
fines ideológicos de cohesión de los grupos sociales.
3. Intuición indefinible o cosa indecidible
No pudiendo sostenerse la existencia de una cosa populista y menos aún
poder definir o delinear el concepto que le viene a cada autor, pues
cada definición ad-hoc no logra ir tras el objetivo de las definiciones,
eliminar la ambigüedad, sí se ofrecen rasgos o marcas, trazas o sucesos
sociopolíticos a manera de indicadores de aparición del espectro de
Arditi, citado por (Svampa, 2017), que retorna de modo inquietante en
una estructura indecidible entre democracia y no democracia. Sin
embargo, la amplísima cantidad de rasgos del populismo no evita que
tenga un sentido, evita sí que sea definible en tanto que sea posible
expresar en una proposición aquello que es. Como tiene sentido, al menos
para un extenso grupo de intelectuales que lo afirman, tiene una
dirección, esto es, algo se hace populista bajo señalamiento del que lo
identifica. Esto es así pues al no ser posible señalar nada como
populista en término objetivos,pues solo uno o dos rasgos no lo
construyen, no es diagnosticable, entonces, señalar algo como populista
tiene que tener, ademásde rasgos identificadores que le den realismo,
algo másque lo sugiera, que lo invoque, que haga ver el “espectro”.
Para que una idea (en estado conceptual) sea definible (pase a estado
proposicional) debe ser posible darle una extensión y una vez
establecido los criterios de esa extensión, el objeto definido puede ser
clasificado. El populismo, sin pasar a estado proposicional tiene
clasificaciones, urbano, agrícola, plebeyo, de clases medias, de alta
intensidad, de baja intensidad, etc. No hace falta una definición en
sentido de lógica proposicional; hacen falta los rasgos que le den
realismo, que permita señalarlo; pero es una determinada configuración
de los rasgos lo que se construye como populismo.
Sin embargo,estos no son síntomas libres de polvo y paja, estos deben
tener igualmente un sentido, una intención. El populismo percibido,
aprehendido, revela una intención. Un arreglo de los rasgos,
interpretados bajo la intención de crear el “espectro”. Por ello es
difícil mantener o probar que exista algo como “populismos realmente
existentes” más si se ha sostenido algo como que tiene una estructura
indecidible, contradictoria, en una añoranza sobre lo definido, lo
decidible. Esto es, en uno de los polos de alguna contradicción. Los que
escoge(Svampa, 2017) son los polos democracia y no democracia.
Democracia es definible con claros rasgos principales y
operacionalizables como el sufragio y teórico-filosóficos como los que
están presentes en las constituciones, en el papel. Lo puro, el extremo
definido constitucionalmente, lo conceptual que es mapa pero no
territorio y que ha de encontrar su opuesto del mismo modo; aquello que
sea contrario a lo definido como rasgos democráticos será no
democrático. Pero el populismo se halla sin definición y por tal es
incomparable con los términos de una democracia. Apelar al pueblo no lo
hace más o menos democrático, la demagogia tampoco. Lo que se relativiza
entre democracia y no democracia o menos democracia (hasta su negación)
son las democracias efectivamente construidas, que lo serán más o menos
al ser comparadas entre estas ó al ser comparadas contra su propia
Constitución.¿Cómo entra el populismo en este espectro o continuo de
rasgos más cercanos o separados de lo puro constitucional? Si hay
populismos de baja y alta intensidad, pues también los habrá dentro de
esa franja constituyendo un continuo no decidible; por lo tanto, todo lo
que se coloque en ella será populismo; en consecuencia todas las
democracias actuales serían populistas.
La primera característica del populismo de alta intensidad, que propone
la autora, es que el populismo se presenta como una tensión entre
elementos democráticos y no democráticos. A mi modo de ver esa tensión
siempre está presente en las democracias y no se llama populismo de
manera ambigua sino concretamente autoritarismo, abuso de poder,
corrupción, etc. las enfermedades de la democracia como la violencia de
género y racial son claros ejemplo de esa tensión. La segunda
característica, la de creación de bloques opuestos como los que señala,
el bloque popular versus el de la oligarquía cae en la misma diatriba de
lo puro lógico contra lo real. ¿No es legítimo, en una democracia, la
insurgencia de bloques populares en pugna con otros bloques? Pero ¡aquí
salta la liebre! Parece que hay, para algunos autores, tensiones más
democráticas o menos democráticas. La guerra en Colombia por más de
cincuenta años fue una tensión que soportó la democracia en ese país,
tensión de un bloque que decía representar al pueblo como el de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo y ¿eran
populistas de alta intensidad las FARC-EP?
Populismo es un fenómeno que se construye en la retórica política, como
dice (Laclau, 2005), que persigue el dominio de los escenarios políticos
pero que tiene una intensión más allá del simple dominio del escenario
político. Según las lecturas si esta tensión por el dominio es dada
entre partidos socialdemócratas, el populismo se haría casi
imperceptible pues no hay nada populista que uno diga del otro sin que
él mismo lo tenga. Populismo se dice del otro ¿Cuál otro? El señalado de
populista parece sostener un Discurso Salvaje o liberador, en el
sentido de (Briceño Guerrero, 2014), y el que señala de populista al
otro parece sostener un Discurso Mantuano o conservador que defiende un
Discurso Eurocéntrico. De tal manera que al enfoque de (Laclau, 2005)(el
que ha soportado más la crítica) habría que darle una dirección.
Populismo no es algo externo a los grupos que hace que estos se formen,
es algo intencional, el espectro se crea bajo dominio ideológico cuando
uno de los grupos que participa no es legitimado por el otro. En cuando a
los populismos de derecha, lo que tienen de populistas queda latente,
potencial, no se hace explícito en el debate político, pues se aceptan
mutuamente.
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